PADRE NUESTRO
a Nadia Ivonne Ordenes Duffau
Padre nuestro que no estás en la olla vacía,
harapos
caminantes,
tos
que se escurre lágrima adentro.
He caminado
siglos
esperando
repartición de panes transparentes.
Nada eres
entre todos los hombres de buena voluntad.
Adoradores de
becerros de oro
nunca invadirán
de manzanas y palomas
el corazón de los
niños solos,
ni derramarán luciérnagas en los rincones
donde mueren
al
pie de una esclavitud disfrazada de libertad.
"En nombre del Padre,
del Hijo y
del Espíritu Santo, te niego la sal y
el agua,
te condeno
a morir en la ignorancia
por el pecado de nacer
pobre y encadenado..."
Ya no conozco amaneceres limpios:
oscuridad inunda corazones,
tropezamos,
caímos entre biblias apagadas, la mudez danza en las
esquinas...
Poetas-títeres, cerdos felices con Dios
y con el Diablo
-entre cruces y
tridentes-
declaman sus ayes...
Ya nadie busca rumor distinto,
agua
recién nacida. Eres
un bello cuento
para adormecer conciencias,
apagar
el grito frente al macabro festival.
Y este amanecer
es sombra repetida
desde mis nacimientos.
He de caminar sobre mis hombros
para no darle vida
a mi muerte...
Un caballo enfermo bebe flores, mariposas,
y se rompe las sienes contra
los árboles.
Padre nuestro que no estás en la ausencia
de los frutos,
agonizas
en
desolación y desconsuelo.
Habría sido alucinante verte caminar sobre el
agua,
repartir oportunidades,
darle claridad al mundo abatido...
Has muerto en la eterna noche del planeta...
¡Qué pena saber
que
estamos solos, helados y ciegos...!
Carlos Ordenes Pincheira
de "El cielo sobre los árboles tiembla" enero, 1997
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