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viernes, 8 de enero de 2010

ALICIA NIEVA

ALICIA NIEVA
(1931)

Aquí parecieran estar todos los rostros y facetas de la lluvia: es una bruja
montada en oscura escoba o una campana sembrada de pájaros; invasora,
dejando retratos de otros tiempos, es música que va y que vuelve Y
también retazos de tardes alegres o de noches lánguidas y tristes...
Y tenemos el barco que “no era como todos”, que era más bien la salvación
de la esperanza y la pena tremenda del nunca regresar a la amada tierra que
los nacer y partir hacia otros horizontes, mujeres y hombres llorando por
nuestra maravillosa España...


LLUVIA

Oscuridad de horizontes,
negras burbujas de aire,
nubes que invaden los cielos,
lluvia que invade la tarde,
penas que son alegrías
y risas que son pesares;
almas que cierran sus puertas
y que muy pronto las abren;
densas tinieblas y luces
que juntas entran y salen.
Ansias de escribir la lluvia
y de pintar los cantares,
ansias de sentir la calma
entre horribles tempestades.

Triste nostalgia de sol:
lluvia que sin tregua cae
y que despierta añoranzas
de ya dormidas edades,
mientras se piensa en futuros
con inviernos siempre iguales;
triste alegría en las almas,
angustia fugaz y estable.
Nubes que forman la lluvia,
lluvia que forma charcales,
charcales que se estremecen
con esta lluvia incesante,
montañas disimuladas
tras densas masas de aire,
silencio sonoro y quieto









de golpes en los cristales;
presencia informe y tangible
de mil campanas que tañen,
ausencia de alegres trinos
que el viento trae y no trae...
Extraña mezcla de gozos
y de tristezas que arden
en lenta monotonía
lluvia que invade la tarde.

EL WINNIPEG

No era un barco como todos.
Tampoco un barco fantasma.
Su carga era de futuro,
de angustias y esperanzas.
Atrás quedaba la guerra
separada por las aguas:
atrás quedaban los miedos,
las oscuras acechanzas,
las huídas de la noche,
las pupilas espantadas.
Pero también quedaban
adioses llenos de lágrimas,
amigos, novias y madres,
aspiraciones frustradas
y tantos muertos queridos
sin una cruz ni una lápida.
Y, aunque a este lado del mundo
se abrían sendas muy anchas,
sentían que, para siempre,
atrás quedaba la Patria.
Y en todos los corazones
estaba llorando España

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