ALICIA DAUVIN DEL SOLAR
(1944)
Largo tiempo fuera del país, esta poeta se nos había ido de la memoria. Ha re-
gresado y en sus alforjas de cristal trae una poesía depurada y libre de malos influjos.
Nos alegra, pues ella viene a ser integrante de los árboles del bosque con toda propie-
dad.
Excelente valor...
LEBU EN MEDIO DE LA NIEBLA
Allá abajo en la hondonada,
bajo el manto de la niebla,
hay un pueblo.
Nadie lo sabe.
Todos duermen...
La vida misma aletargada,
pero algo late en medio del aire
mojado por la niebla. Es la pobreza
que siempre viene para quedarse
sobre mi puerto hundido y hondo.
Desde el faro en lontananza,
hasta las calles del pueblo anochecido
llega la suave oquedad del agua.
Y como anaconda taciturna repta
en todo su anchor por los patios,
por el muelle. De la casa ni se mueve.
Quizá el viento del verano
descompense la humedad
que del mar se levanta
Y deshumedezca las risas.
Entonces mi niño bajará corriendo
con su aro de metal hasta la plaza.
Si el Sol llega para quedarse,
habrá frutos en las quintas,
alguien llegará a visitar la casa,
y a lo mejor yo vuelva a recordarte
marino inolvidable en medio del oleaje.
Pero aún está la niebla
y como un mar se levanta,
atraviesa todas las cosas:
Se acuesta sobre el huerto.
Inunda el jardín hasta las cercas.
¡OH, Padre! se echa como alimaña
sobre nuestras vidas.
Hay niebla.
DIAS DE LLUVIAS Y DE ESPERANZAS
El día de la risa cae al pantano dormido.
Cae a los nidos, a la angustia y tiembla.
Cae sobre los rascacielos y tiembla.
El día tan lluvia de esperanzas.
El día tan gris de tristezas.
El día tan mío bajo el sol de la casa.
¿Si el día cierra las nubes?
Se siente resucitar a los espantapájaros.
Mugen las bestias con la espalda contra la tormenta.
¿Y si las abre?
Mi risa una corriente dulce, espontánea,
Que te asombra por dentro, crece y te hace vivir.
La noche incesante entrona la puerta
Y entra el deseo y canta
ABRIL LLUVIAS MIL
Lluvia, lluvia,
persistente lluvia.
Sinfonía que mueve al paisaje.
Un concierto
de hoja en hoja,
peldaño a peldaño verde.
Desde el ápice a la tierra
Dios desciende a su monasterio.
El viento pasa de costado
Y enreda su manto
entre las púas de los naranjos.
Geranios y achiras
Pintarrajean su túnica algodonada.
Es Presencia
Extendida sobre el huerto,
como anunciación del agua.
Y crujen las sandalias
sobre las ramas secas.
Un ave de misterioso vuelo
Abre la puerta. Ronda la casa.
Y vibran las cosas
Con el vaivén de las alas.
Pasa el misterio.
Pone su aldaba.
Presuroso
bajo el manto de la lluvia
Se aleja por el valle,
Asciende entre los cerros.
Y un cuerpo de soslayo
Alcanza la montaña.
Pero en el cristal de la ventana
Una gota de luz. Pupila encantada,
Revisa absorta las palabras
Que por un desliz
Bajan por mi mano.
ÉL ha puesto su ojo
Donde yo pongo la mirada.
Y me quedo ahíta
Con su inmortalidad fehaciente
Paseando bajo la lluvia.
Entre – tenidos
Escribiendo este poema.
Es el Otoño.
No es más que un concierto de hojas
húmedas arrastradas por el viento.
Es la atención que pone mi alma
En la resurrección del huerto.
Post silensium
Acaece la lluvia
1 comentario:
Nos costó pillar a esta poeta, pues estaba refugiada en otro país (qué se habrá creido)y ha regresado para
deleitarnos con su poesía.
Publicar un comentario