MARIA CRISTINA MENARES
(1915)
Con su acento característico, esto es, en buena poesía, la autora posee la facultad
de interpretar al hombre embriagado, azotado por una vida injusta que lo ha marginado
de la gracia de tener un camino en el que no falten el pan, la música, la tibieza y el canto...
Y el “líquido escarlata”lo asciende a la gloria, a una magia rara. Y también lo lleva “l fondo del abismo” para luego sentirse como cáscara sin mayor trascendencia...
La obra poética de María Cristina Menares es social y también de corte romántico donde el amor
es como una estrella siempre palpitante en sus manos. Y no podemos olvidar la magnífica poesía
para niños, quizá la mejor en este género...
EMBRIAGADO BAJO LA LLUVIA
Sí,
he bebido.
Bebido de un líquido escarlata
leve y escurridizo como la sangre,
como el sudor que brota del esfuerzo
o el dolor contenido en una lágrima.
Bebido,
bebido en esta noche de lluvia desolada
hasta sentir el peso de las nubes
y unas sueltas amapolas que me inundan
de excitantes caricias
la garganta.
Y ahora vengo
enlazado a una ronda de burbujas
en un mágico equilibrio por las calles
a encontrones con un rayo centelleante
y las piedras que me cierran el camino.
Y así voy
transportado por inmensas mariposas
que me llevan hasta un parque de jacintos
y navego entre océanos de aroma
y me duermo entre arrullos de palomas.
Sí, porque he bebido,
bebido, bebido hasta olvidar que existo
en este amargo sino prolongado,
hasta olvidar que el hambre duele
como un trozo de vidrio triturado.
Bebido,
bebido, bebido hasta sentir que tienen alas
mis viejos zapatos caminados
y que en vez de de esta camisa que me cubre
desnudándome en jirones,
¡una gasa cálida de espuma
me resguarda el corazón helado!
Y aquí estoy bajo la lluvia,
achispado y ondulante como leño sin destino
en el centro de un océano,
casi próximo a la gloria,
casi al fondo del abismo,
soberano y vencedor
de guirnaldas coronado,
destruido, inexistente,
¡pordiosero y embriagado!
UN PUÑADO DE SAL
Un puñado de sal me adormeció los párpados
cuando aleteó tu recuerdo sigilosamente.
Fue un golpe de pétalos
desorientado y leve,
fue una música lóbrega
de resonancia quieta.
No sé si en un destello venía tu mirada,
no sé si en la humedad de la neblina espesa.
Acaso tu ademán de solitario viviera
entre los tallos
que se yerguen como espadas
en el centro de la noche.
Tal vez fuera tu gesto el que diseminara
estrellas de carbón bajo mis pasos.
Invierno, lápida y ceniza
son expresiones que a tu vera crecen.
Entonces
la lluvia duele con dolor de agujas
y la sangre como un solidificado río de nieve
se desliza.
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