MIRIAM ELIM
(1895 – 1927)
Una esencia que se ha buscado, en la noche, entre las plantas cuajadas de plata,
oyendo rumores lejanos, lluvias, tardes vestidas de gris, entre dolores, penas,
lámpara de fuego para aliviar la tormenta que se avecina, que está ya muy cerca con sus uñas de hielo...
Ansias locas de tocar esa agua de cielo aunque fuese un día, una hora, un minuto. Tanto es el dolor, el peso de la soledad, que se llega a desear la llegada del silencio definitivo.
Cuánta semejanza con María Antonieta Le-Quesne!
Y de vez en cuando se vuelve a pensar en aquel espejo dorado, sentir tan lleno de rocío y lluvias celestiales.
Pero no está, no es, y ya es tarde,y tampoco ella puede “morirse de amor”,.aunque cierto aroma la embriaga por momentos. Es la manera desesperada de asir la luz negada antes que suenen las campanas del adiós definitivo.
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