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sábado, 27 de febrero de 2010

SARA VIAL

SARA VIAL
(1931)

El invierno es un caballo salpicado de aguas y relámpagos, galopando cerro arriba y sacudiendo
puertas y techumbres.
De entre todas las lluvias, siempre habrá una primera, imborrable, cuando los ojos de una niña poeta se asombraban al ver caer tantas piedrecillas cristalinas de incógnitas alturas...
Somos amigos de esta dulce poeta desde aquella vez cuando recibió un premio en Santiago por su libro “Un modo de cantar”... Era hermosa, es hermosa...

INVIERNO

Un grumete de lluvias me esperaba,
un relámpago verde en tus jardines
y en un olor mojado de jazmines
el arco iris que en el mar giraba.

Una ola de sal desdibujada
los óleos de tus casas suspendidas,
pero el color botaba en embestidas
de nuevas carabelas alternadas.

El canto de la lluvia en tu escotilla
de invierno, el viento norte en la morada
raíz del corazón, y tu amarilla

cañería de ayer, mitad brasero,
olvidado desván donde cantaba
su primera canción

VALPARAISO A LA GIRA

Noches de temporal, Valparaíso, y tú, barco a la gira
procurando no hundirte,
soportando las ráfagas furiosas
en tu cola de zinc,
sosteniendo tenaz
tus inclinadas cubiertas de madera.

Aferrados a tus cerros o mástiles
despertamos en la eléctrica noche
sintiéndonos aislados y lejanos
con el viento llamando
en bocinas de barco
que inunda corredores y terrazas.

Y en el espectro verde del naufragio
el que entra desnudo en un relámpago
con su timón perdido.

Por eso, es tu gemido
de escampavía loco a medianoche
lo que nunca olvidamos.
Nunca como en la furia tempestuosa
eres tú mismo, y te reconocemos
como un trueno cayendo
en los tejados bruscos de la infancia.

Inundado y barroso después del temporal,
tus luces encendidas hasta el amanecer,
desafiando el oleaje que te estrella
sin cortar tus amarras
de óxido y ausencia.

Hemos visto bajar en los torrentes
lluviosos de los cerros
tu pobreza elevada en los andamios
que sostienen los pájaros,
pálidas cacerolas
descascaradas en las nubes,
pedruscos, utensilios que ns muestran
su dramático frío, su golpeada
vecindad con el hombre.

A nadie le sorprende que en invierno
rueden ladera abajo
puertas, ollas, naranjas,
oh. declive mortal para que todo-ruede,
para que todo irrumpa por túneles y escalas.

Mi ciudad marinera, carrusel en el peligro
girando en los tobillos del planeta,.
Huracán, precipicio,
pájaro carpintero allá en el Molo,
organillo de sal contra la lluvia.

Rascacielo de lata clavándome su invierno,
ah, calamina indómita,
cañería sin término sonando a medianoche
con la olvidada lluvia de mi vida.

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